La Frecuencia (Cuencos Tibetanos)

Absolutamente todo es frecuencia. No se puede tener una experiencia en este planeta sin llamarla frecuencia. Cada emoción, incluyendo amor y odio sintoniza con una frecuencia específica. La salud tiene una frecuencia. La enfermedad tiene una frecuencia.

…El ADN posee dos características estructurales de antenas fractales, conducción electrónica y auto simetría. La conducción eléctrica permite el movimiento de las partículas cargadas eléctricamente dentro del cuerpo y ese flujo produce nuestra fuerza de vida.

Sus órganos están cada uno sintonizados a una frecuencia específica, así como todo su cuerpo, que resuena en su propia frecuencia. Usted es una sinfonía de frecuencias mientras se proyecta a través de este universo y crea su realidad física. Usted es un maestro de su energía, y por lo tanto es capaz de controlar todo lo que usted es, todo lo que hace, todo lo que experimenta.

…La mayor parte de las moléculas en el cuerpo son dipolos eléctricos. Estos dipolos funcionan electrónicamente como transductores en que son capaces de convertir las ondas acústicas en ondas eléctricas y las ondas eléctricas en ondas acústicas.

Un número de proteínas de membrana, así como ADN consisten en bobinas helicoidales, que les pudiera permitir funcionar electrónicamente como bobinas inductoras. Los tejidos biológicos pueden poseer propiedades superconductoras.

Si ciertas proteínas de membrana y el ADN en realidad funcionan como inductores eléctricos, estos pueden permitir a la célula producir transitoriamente muy altos voltajes eléctricos.

…El Profesor H. Frohlich ha predicho que la oscilación fundamental en las membranas celulares se produce a frecuencias del orden de 100 GHz y que los sistemas biológicos poseen la capacidad de crear y utilizar las oscilaciones coherentes y responder a las oscilaciones externas.

Los primeros maestros tibetanos, descendientes de los atlantes, desarrollaron una manera de reproducir y conservar el wam externamente mediante la creación de ciertos implementos sagrados, que incluyen el dorje, la campana y el cuenco tibetano, un objeto sumamente sagrado que lleva en sus armonías el wam del maestro para quien había sido creado.

En esa época, estos implementos simbólicos se elaboraban con materiales extraídos de esa rica tierra, un vestigio de la sabiduría atlante de los cristales. Posteriormente utilizaron los siete y los nueve metales preciosos que corresponden a los chakras, el teclado musical del wam.

Durante muchas generaciones, los líderes espirituales más desarrollados de esta civilización dominaron la frecuencia con tal maestría que, al igual que los faraones, podían viajar en el cuerpo a universos paralelos y eran visitantes frecuentes de otras dimensiones. Mediante la activación de las frecuencias grabadas en los cuencos, ellos también podían experimentar las vidas simultáneas como conciencia del alma, a lo largo de la experiencia de sus vidas en la Tierra y de otras.

La música del alma permanecía viva en el cuenco místico, una forma de Bodhisattva listo para ayudar a cualquiera que hubiese desarrollado la habilidad de separar esa frecuencia inaudible de su manifestación física, frecuencia que se liberaba al tocar el instrumento.

Si he podido despertar tu curiosidad sobre este tema, te invito a investigar por tu cuenta. Gracias por leerme.

Melissa.

Lo anterior lo obtuve de en: Biblioteca Pleyades, el apartado de “Frecuencia, ADN y cuerpo humano”, por Josh Richardson y “El cosmos del alma, un despertar para la humanidad”, Patricia Cori.

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